Desde hace años, una corriente historiográfica sobre finanzas e instituciones pone en tela de juicio la historia "más común" de las finanzas públicas: la de la monarquía que centralizó y monopolizó progresivamente los recursos fiscales y la de la burocratización fiscal. A su favor, se puede decir que es cierto que estudiar la historia de las finanzas públicas desde una perspectiva de largo plazo puede dar vértigo y parecer decepcionante, ya que la realidad cotidiana de la práctica financiera no se percive correctamente, desaparecen las singularidades y nos podemos desviar hacia una historia lineal, incluso teleológica. Para remediar esos hechos, esta corriente propone tener en cuenta sólo la práctica, puesto que es lo único que permite satisfacer la nueva exigencia del relativismo. Por tanto, este coloquio nos brinda la ocasión de hablar sobre el papel que tuvo la fiscalidad en la construcción del estado monárquico. La monopolización fiscal emprendida por la monarquía, con más o menos éxito según la época, forzó la construcción empírica de las administraciones y el incremento del número de funcionarios, para asegurar la eficacia de la recaudación de impuestos. En cambio, el desarrollo de una administración poblada de especialistas remunerados por el Tesoro Real obligó a reforzar la monopolización, para satisfacer las cada vez más voraces necesidades de la misma. Así, el monopolio fiscal y la burocratización (y la nacionalización) fueron de la mano.